viernes, 28 de diciembre de 2007

Cien Años de Soledad: lo real y lo mágico


Como lo prometido es deuda y gracias al bloguero(a) que de manera afectuosa me pidió que concluyera el comentario sobre García Márquez con un sutil "Te esperamos", este es además mi regalo por el fin de año: ¡Muchas Felicidades en el nuevo año!!!!!

Una niña entre sábanas vuela y se pierde en el cielo, hombres desaparecidos sin dejar rastro, lluvias interminables, insomnios devastadores de pueblos y un libro que narra el presente hasta el último segundo, son algunos de los sucesos acaecidos en Macondo, el pueblo mítico creado por el escritor colombiano Gabriel García Márquez en su novela Cien Años de Soledad, sin que a sus pobladores les provoque desasosiego, asombro o la extrañeza de lo misterioso sino que los acontecimientos transcurren con total naturalidad y realismo.

García Márquez, Premio Nobel de Literatura en 1982, reformula lo fantástico y lo gigantesco en un mundo cotidiano y verosímil, en el cual los personajes viven el amor y el odio, la guerra y la paz, la alegría y la soledad como referentes que validan su propio universo individual y social. Para el escritor y ensayista Leonardo Padura “son esferas contiguas y contaminadas que desconocen cualquier negación contradictoria, para transformarse en un todo único”.

Algunos críticos han planteado que en las páginas de Cien… se puede estudiar y analizar la historia de América Latina. A pesar de los constantes juegos metafóricos y míticos, se visualiza la lucha por el poder político y por las extensiones tierra, la penetración y explotación norteamericana mediante las compañías bananeras, las revoluciones frustradas, la pérdida de la identidad y de la cultura aborigen, la violencia y la tristeza.

¿Cómo se refleja la violencia y la soledad en un pueblo en que lo mismo ocurre un insomnio incomprensible, guerras interminables, que nacen niños con colas de puerco?

A partir de dos vasos comunicantes: lo social y lo individual. El primero se observa en el agitado mundo político y económico descrito a través las acciones de las guerrillas (tanto liberales como conservadoras), los atentados y las amenazas constantes. El segundo está condicionado por las reacciones psíquicas, ya sean expresivas o factuales, de una familia – los Buendía- condenada a desaparecer en el lapso de una centuria y junto a ella la desaparición del pueblo. Según el propio autor son seres solitarios condenados a “no tener una segunda oportunidad sobre la tierra”. En resumen, la sobrevivencia de los personajes solo tiene permanencia en los ámbitos violentos y en el odio.

Existen tres elementos, en mi opinión, para comprender la clave del espacio y el tiempo en la obra y que permiten la redención de Macondo como un sitio prácticamente “infernal” — idea semejante al Comala creado por el escritor mexicano Juan Rulfo— e imprimirle a la novela valores universales, es decir la creación de un pueblo diferente, de un pensamiento superior: los pescaditos de oro, el papel que desempeñan las mujeres y el uso de las técnicas narrativas.

La persistencia del coronel Aureliano Buendía —si bien en un principio lucha contra la injusticia y el poder, después se convierte en un dictador— en realizar y regalar pescaditos de oro (añeja tradición aborigen) representa la necesidad de rescatar la pureza de los orígenes y lo autóctono. Es el pretexto para que el controvertido personaje pueda recordar con ternura la vez que su padre lo llevó a conocer el hielo: renace en un hombre violento el sentimiento del amor.

Las mujeres en Cien… no solo sostienen a la familia a pesar que la mayoría de los hombres han muerto y las hormigas se comen la casa sino que son capaces de perdonar y de soñar otro mundo. Significan el círculo del tiempo mítico y el real fundidos, en el cual ellas aceptan la muerte como algo necesario y natural, pero presienten de sus vientres el renacer de la humanidad, vidas que se dirigen hacia un ideal trascendente: la solidaridad como única forma de derrotar al individuo aislado y extrañado de los demás y la manera de salvar a los pueblos de egoísmos y luchas por el poder.

Sin dudas, la solidaridad es la justificación para que García Márquez pretenda construir una nueva literatura latinoamericana. Al leer con detenimiento, nos percatamos de lo que se denomina por los críticos como intertextualidad: la conexión con otros libros. Aparece la referencia a un personaje de la novela Rayuela del escritor argentino Julio Cortázar y otro de La muerte de Artemio Cruz del mexicano Carlos Fuentes, aparecen pasajes y estilo literario que semejan a Pedro Páramo de Juan Rulfo y del Reino de este Mundo de Alejo Carpentier. Conclusión: La posibilidad de García Márquez, desde su propia novela, de poder conversar con autores latinoamericanos abre en principio el diálogo y permite la entrada a su historia de diversas formas de pensamiento, expresión y la necesidad de construir un mundo diferente, sin violencia.

Esta nueva edición de Cien Años de Soledad, conmemorativa de aquella primera hace ya cuatro decenios, si bien el papel no es el de mejor calidad, no cuenta lamentablemente con una introducción de ningún intelectual cubano estudioso de la obra del escritor colombiano. Es una deuda de la Editorial de Arte y Literatura porque sin dudas le abriría (en un sentido de sugerencia y conocimiento) los caminos al lector tanto desconocedor de la obra y como al que retorna al texto por fruición al mundo “garcíamarquiano”.

Además, en la contraportada de la misma, aparecen las voces de destacados autores latinoamericanos como Augusto Roa Bastos, Jorge Luis Borges, Mario Benedetti, pero ninguna referencia de literatos o ensayistas actuales de la Isla como Virgilio López Lemus, Enrique Saínz, César López o Daniel Chavaría, por solo mencionar cuatro. Es una deuda que quizás pueda saldarse por el deleite de regresar a las páginas en las que el realismo mágico, omnisciente en el pueblo de Macondo, justifica lo incomprensible y lo hiperbólico.