domingo, 30 de septiembre de 2007

“La memoria es clave para sostener el tiempo”


Cuando el tiempo y la memoria se funden buscando el verso preciso, la imagen seductora, acaso nos parece que han dibujado nuestro ser con la perfección de una línea fina y segura de un pintor renancentista. Así me sucedió frente al Premio Nacional de Literatura e invitado de honor a la 16ma. Feria Internacional del Libro, el poeta y ensayista César López.

Usted ha dicho que se vale del absurdo para revelar otras aristas de la realidad. ¿Por qué la fusión entre absurdo y realidad?

Habría tal vez que preguntarse sobre la relación entre lo real y lo irreal, si en algún texto he intentado trabajarla es a través de la visión de la ciudad. El gran poeta inglés, T. S. Eliot, habla de la ciudad irreal, por lo tanto está también implicando la real, es decir, la formación de una nueva irrealidad y una nueva realidad. En mis cuentos, que algunos califican como absurdos, se hace presente el conflicto, es decir, mi intención es reflejar la problemática, el todo que nos rodea y que nos hace formar parte de la ciudad.

Libros como Quiebra de la perfección han sido calificados por algunos críticos como de difícil comprensión. ¿Se considera usted hermético o coloquial?

Deberíamos comenzar preguntándonos qué es el hermetismo y qué es el coloquialismo y cómo se separan ambos conceptos. Si coloquio es la conversación: ¿Es lo mismo un coloquio entre dos físicos, entre dos matemáticos, entre dos obreros metalúrgicos, entre dos amas de casa? Todo es coloquio. Se ha dicho que para la generación, o promoción, de los nacidos alrededor de los años 30, el coloquialismo fue esencial como forma de expresión. Pero, ¿Son iguales la poética de Pablo Armando Fernández y la de Roberto Fernández Retamar o la de Fayad Jamís? ¿Acaso es semejante la ironía de Luis Suardíaz con la elegancia de Mario Martínez Sobrino? El crítico literario, Virgilio López Lemus, ha sido quien ha matizado los diferentes tonos de la poesía de esa generación. Efectivamente, se proclamó la creación y la libertad de la palabra. Repetiría lo que dijimos en los años 60. “No hay buenas palabras ni malas palabras, sino palabras que funcionan adecuadamente dentro de la poesía”.

La recurrente presencia de los temas citadinos en su obra ha provocado que algunos críticos lo identifiquen como el “poeta de la ciudad”...

La ciudad me nutrió con sus conflictos, pero fue necesario, a la manera de Bertolt Brecht, distanciarme de esta. La primera versión del Libro de la Ciudad, del año 1966, no lo hubiera podido escribir si me hubiera quedado, tuve que verla de lejos. Lo que pensaba que eran poemas de odio, de rechazo a la supuesta incomprensión urbana, algunos lectores lo calificaron como un libro de amor, con el tiempo creo que tienen razón. Seguí trabajando el tema durante unos 30 años hasta concluir los tres Libros de la Ciudad. La del primer poemario parece ser la más limitada, concentrada e inspirada por mi lugar de nacimiento, Santiago de Cuba, pero se va abriendo e intenta ser muchas ciudades.

¿Por qué “vigilar el tiempo que transcurre”?

Hay muchos pensadores, poetas y ensayistas que afirman que el tema fundamental de la poesía es el tiempo. El tiempo es irredimible. Hay tiempo para vivir, para morir, para andar y para desandar lo andado, esto último me parece clave. Sin él no hay creación poética, no hay vida, pero para que haya vida y muerte, hace falta encontrar el espacio y aquí volvemos al tema anterior, es la ciudad mítica o concreta en el espacio donde el creador quiere establecer el tiempo y verlo transcurrir, “Nuestra vida son los ríos que van a dar a la mar que es el morir” escribió el español Jorge Manrique.

¿Por qué su interés en la mezcla de la poesía y la memoria?

El pensador y poeta José Lezama Lima afirmó “La memoria prepara su sorpresa, gamo en el cielo, rocío, llamarada”. Un poeta español, sin embargo, ha dicho “Si pierdo la memoria, qué pureza”. Estoy completamente en contra de esa expresión, pues la memoria es lo que nos permite estar vivos. “Ella dio al desmemoriado una almohadilla de olor” dice José Martí, metáfora increíble que tiene mucho de modernismo. Yo deseo guardar mi almohadilla de olor para no perderla, la memoria es clave para sostener el tiempo. Si no se tiene memoria, cómo se va a manejar el tiempo; si no se maneja el tiempo, cómo se va a encontrar un espacio.

¿Qué reflexión le amerita la Feria del libro?

Feria es festividad, es libro, y lo que al principio nos parecía demasiado ambicioso, extenderla hacia todo el país, ahora nos parece muy bien que tenga 40 plazas en toda la Isla. Es un homenaje a todos los creadores que están vivos, a los que murieron recientemente, pero también a los que entre los siglos XVII al XIX, desde Espejo de Paciencia, arman y sostienen la cultura cubana. Creo que está abierta al mundo, a la literatura, al coloquio. Si la Feria logra abarcar el yo de cada uno y las circunstancias que se deben asumir, entonces será un gran éxito y perdurará desde el presente hacia el futuro.

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