La foto es cortesía de Osvaldo Doimeadiós
El cubano siempre ha disfrutado del humor en el teatro. Las cortinas se corren y aparecen personajes del bufo, el vernáculo o el musical tras los rostros de la ironía, el sarcasmo, la crítica social y van quedando en la memoria del pueblo y son recordados en nuestra cotidianeidad, es la tradición. Al seguir esas huellas llegamos al presente y observamos que, mientras las cortinas abren y cierran marcando el transcurso de las escenas, algunos del público se han ido marchando del lugar, en ocasiones bostezando, molestos o con una leve sonrisa.
Según la encuesta nacional realizada a 500 personas arrojó que a 238 de ellas les pareció insuficiente la producción humorística teatral, 134 la consideraron regular y solo 83 la juzgaron como excelente. ¿Qué ha sucedido con este tipo de espectáculo que ha ido perdiendo seguidores?
Para Iván Camejo, Director del Centro Promotor del Humor, se vive un momento interesante porque “hace tres años que se realizan, respaldados por Alejandro García (Virulo), una serie de espectáculos en el teatro Carlos Marx con una factura más elaborada en escenografía, luces, argumento y dramaturgia con grupos y actores de la talla de Pagola
La cuestión es que si se realiza al año un solo espectáculo con calidad… ¿Qué queda para el resto del año? Chistes repetidos, pobreza en la representación, cayendo en los clichés, en la caricatura de determinados personajes hasta la saturación como “el pinareño”, “el oriental” y “el cojo”. Son algunos de los reclamos que desde hace algún tiempo la gente en la calle viene criticando con fuerza.
El destacado humorista Osvaldo Doimeadiós considera que no existe un equilibrio entre la cantidad de puestas en escena con la calidad de las mismas. En este sentido aparece una crisis en las propuestas a partir de la insuficiente preparación en cuanto a la escritura del guión, al no concebirse una idea general u objetivo, ni hilo argumental sino que pululan las yuxtaposiciones de chistes tras chistes sin un propósito definido.
“Debemos cambiar las estrategias de producción de los espectáculos, asevera Doimeadiós, con tres o cuatro guionistas, una dirección artística, un diseñador de luces y escenográfico. Y esto solo se logra si comprendemos la necesidad de la interrelación con las demás artes”.
Con la entrada del Periodo Especial y sus consecuencias económicas y sociales, la mayoría de los humoristas comenzaron a realizar sus espectáculos en los cabarets y luego ese mismo lo trasladaban a las tablas. Al ser dos medios de expresión diferentes (aunque tienen sus semejanzas), así como las personas que acuden a esos dos lugares, los resultados fueron en detrimento de la calidad del teatro.
“El centro nocturno ha golpeado la creatividad de los artistas, plantea el reconocido actor Octavio Rodríguez (Churrasco). No creo que exista una crisis en el humor, pero no podemos permitir que la vulgaridad y la palabra obscena se apropien de los escenarios. Por otra parte, debemos lograr una programación estable que reconozca la importancia de la dirección artística”.
El conductor del programa “Los amigos de Pepito”, Marcos García, nos asegura que es casi imposible lograr una producción con calidad porque “El Consejo de Artes Escénicas realiza todo lo posible por desestimularla, pues no tiene una política cultural clara con respecto a nosotros y se impone el cumplimiento de metas como realizar el Festival Aquelarre una vez al año y organizar un espectáculo en el Carlos Marx”.
En los propios teatros
Jorge Alfaro, director del teatro América, comentó que no existía un espacio para el humor y tuvo que crearlo, pero con una concepción diferente: “Se imponía realizar algo más que un chiste tras otro… era lo que otros estaban haciendo. Es decir en cada ocasión aparece un tema diferente y después se le incorpora el ballet y los juegos de participación. Así surge La esquina de Mariconchi la cual lleva más de 7 años con aceptación en el público”.
Esa es la única peña de este género, al menos en la capital, que posee una programación estable. Según algunos de los humoristas entrevistados, por su concepción, calidad y la manera de enfocar la producción teatral no es el mejor ni el soñado, “pero es lo que existe”.
Tanto Alfaro como Ángel Mario Molina, director del Fausto, coinciden en que a pesar de los problemas con el aire acondicionado y las butacas “remendadas con alambres y otras soldadas” la gente acude a ver las funciones cuando se aprecia alguna calidad.
Para Molina es imprescindible revisar los libretos de los humoristas que se presentan, pues “abusan del público, lo laceran y después no quieren regresar”.
Por otra parte, se debe resaltar que los artistas se encargan personalmente de todo el andamiaje para preparar sus espectáculos, o sea del vestuario, las luces, la dirección, la tramoya, el diseño visual y musical y algunos humoristas entrevistados nos relatan que se desestimulan porque no siempre pueden responsabilizarse con y por todo y “la remuneración es igual si hacemos una puesta en escena compleja y variada que con una silla. A veces es mejor hacer el chiste “bajado” de INTERNET y adecuarlo al contexto que estar un año preparando un gran espectáculo que va a estar dos días en cartelera”.
Preparación de los humoristas
Doimeadiós subraya que no existe una preparación cultural fuerte y aumenta el nivel de facilismo a partir de “la pobreza en la búsqueda de situaciones y del tratamiento de la realidad, no aparece una concepción del arte como proceso universal sino que la comicidad se dirige a determinados temas locales que están de moda y se pierde el riesgo de realizar sátiras, absurdos, sarcasmos, convirtiéndose en algo homogéneo y muy directo”.
Iván Camejo asegura que “ya se están impartiendo talleres de superación para los humoristas, con el apoyo de Virulo, como el encuentro con Daniel Rabinovich, actual director del grupo humorístico Les Luthiers —de los mejores en el mundo—, el intento de creación de una videoteca y una biblioteca”.
La sugerencia sería que los humoristas cubanos contaran no solo con la ayuda del reconocido y talentoso actor Virulo sino que se pudiera alcanzar una relación mayor, para producir al menos tres o cuatro espectáculos anuales con calidad, entre el Consejo de Artes Escénicas, el Centro Promotor del Humor y los propios artistas, así como la posibilidad de superación constante de estos últimos a través de talleres y cursos. Al final, es el público el que sale afectado con actuaciones que apelan a fórmulas y esquemas ya conocidos, que impiden reflexionar sobre determinadas temáticas de la sociedad y apreciar una excelente y atrayente puesta en escena.
Para Doimeadiós “el público debe salir feliz del teatro, no dañado. Cuando un espectador sale dañado es un golpe y una pérdida para el humor. Aunque sí es cierto que al humor siempre se le juzga por lo peor, existen artistas de enorme talento para hacer reír como Nelson Gudín, Churrisco, Pagola
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