jueves, 31 de enero de 2008

La poesía de Heredia y Martí en la identidad nacional



La II Conferencia Internacional "Por el equilibrio del Mundo" me ha tenido alejado del blog, no obstante pude escribir un comentario relacionando la obra del gran poeta cubano José María Heredia (en efecto, el primo del francés con el mismo nombre) con la del Apóstol José Martí.

La libertad, las palmas y la estrella son símbolos que permitieron reflejar, tanto a José María Heredia como a José Martí, poéticamente la imagen de Cuba. Estos signos forman parte de su pensamiento conformador de una identidad propia insular y nos llegan al presente como una respuesta de lo que somos y podríamos ser. El primero desde una visión romántica y el segundo desde un modernismo bien personal.

El Apóstol afirmaría del cantor del Niágara que “su poesía perdura, grandiosa y eminente como aquellas pirámides antiguas que imperan en la divina soledad, irguiendo sobre el polvo del amasijo desmoronando sus piedras colosales”.

En efecto, en el cantor de El Himno del Sol (1803-1836), la exaltación del sentimiento y la subjetivación de la naturaleza a través de las descripciones no son enumerativas, sino que desde su cosmovisión lo exterioriza y complejiza. Nos percatamos cuando al representar las cataratas del Niágara recuerda las palmas cubanas: Mas ¿qué en ti busca mi anhelante vista/ Con inútil afán? ¿Por qué no miro/ Alrededor de tu caverna inmensa/ Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas,/ Que en las llanuras de mi ardiente patria/ Nacen del sol a la sonrisa, y crecen/ Y al soplo de las brisas del océano,/ Bajo un cielo purísimo se mecen? (Niágara)

La poesía herediana está influida por la creencia en la trascendencia y la inmortalidad, a partir de la capacidad de crear símbolos ante la realidad que se le presenta. El crítico y escritor Cintio Vitier plantea con relación a las posibilidades sensitivas del autor de A Emilia que “típica del pathos romántico es la interpretación del sentimiento y naturaleza, a tal punto que los espectáculos naturales resultan misteriosamente asumidos por el mundo de las pasiones”.

En Martí (1853-1895), esa interiorización de “lo Otro” se manifiesta bajo los signos de la individualidad, como personificación de lo indefinible en las intuiciones de la poesía. Tal vez esa individualidad posea su máxima expresión en la voluntad y sacrificio humano para lograr la Belleza y la Libertad: Y yo pasé, sereno ante los viles/ Cual si en mis manos, como en ruego juntas/Sus anchas alas púdicas abriese/Una paloma blanca. Y aun me aterro/De ver con el recuerdo lo que he visto/Una vez con mis ojos. Y espantado/Póngame de pie, cual emprender la fuga./¡Recuerdo hay que quemas la memoria! (Pollice Verso)

La integración de la Naturaleza con el Arte la realizan en la medida en que afianzan su espíritu: Si Heredia se crea un mundo a través de sus meditaciones con lo externo, el autor de Los Versos Sencillos lo asume con una voluptuosidad irresistible. Busca el equilibrio entre la validez de la expresión universal con la individualidad de las cosas.

El destierro como forma de expresión en Heredia y Martí

Los dos próceres ya fuera por casualidad o capricho de la historia, sufrieron el destierro por sus ideas y acciones revolucionarias. El 6 de noviembre de 1823 la conspiración separatista de España Soles y Rayos de Bolívar, a la cual pertenecía Heredia, fue descubierta y debió huir hacia la ciudad norteamericana de Boston. El 23 de diciembre del siguiente año es condenado en su país por rebeldía a destierro perpetuo.

Martí, desde joven, estuvo vinculado a los sectores cubanos más radicales. Ya en 1879, recién terminada la Guerra de los Diez Años, realizaba labores conspirativas para lo que después se llamaría la Guerra Chiquita. Pero el 25 de septiembre de ese año, el Apóstol es deportado en el vapor de “Alfonso XII” hacia España. Comienza así su largo camino como expatriado, no regresaría más a Cuba sino hasta 1895.

Cuando ambos, en tiempos diferentes, se trasladaban en barco de un país a otro, tuvieron que avistar tierra cubana sin poder desembarcar en ella, provocando que cada uno reflejara sus impresiones de forma diversa, pero dramáticas.

Heredia comienza El Himno del desterrado con el dolor característico romántico: un sentimiento que busca penetrar en la angustia y los anhelos frustrados: Reina el sol, y las olas serenas/ Corta en torno la prora triunfante,/ Y hondo rastro de espuma brillante/ Va dejando la nave en el mar./ ¡Tierra! claman: ansiosos miramos/ Al confín del sereno horizonte,/ Y a lo lejos descúbrese un monte…/ Le conozco… ¡Ojos tristes, llorad!.
Martí es menos impulsivo para representar la realidad inevitable, no con la pesadumbre o imposibilidad tan penetrante en los versos heredianos: Las campanas, el sol, el cielo claro/ Me llenan de tristeza, y en los ojos/ Llevo un dolor que el verso compasivo mira,/ Un rebelde dolor que el verso rompe/ ¡Y es ¡oh mar! La gaviota pasajera/ Que rumbo a Cuba va sobre tus olas! (Domingo triste)

La poesía simbólica de Heredia y Martí: La palma y la estrella

José María se deslumbra cuando ve al espectacular fenómeno natural del Niágara y comienza su evoción: Templad mi lira, dádmela. No podemos olvidar su tristeza porque su Patria no es libre de la tiranía de España y aun vive en el destierro, por eso cuando comienza a describir a la catarata, le surge de inmediato la imagen de Cuba: Mas ¿qué en ti busca mi anhelante vista/ Con inútil afán? ¿Por qué no miro/ Alrededor de tu caverna inmensa/ Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas,/ Que en las llanuras de mi ardiente patria/ Nacen del sol a la sonrisa, y crecen/ Y al soplo de las brisas del océano,/ Bajo un cielo purísimo se mecen? (Niágara)

En otro pasaje del mismo poema se aprecia el sentido de lo colectivo: el pueblo cubano. Este concepto de lo colectivo no transmuta en pura abstracción sino en movimiento, en las ansias de liberación universal: Los campos inundar en sangre y llanto,/ De hermanos atizar la infanta guerra,/ Y desolar frenéticos la tierra./ Vílos, y el pecho se inflamó a su vista/ En grave indignación.

Para Martí laestrella que ilumina y mataes el simbolismo de la pureza, de nuestra libertad y del compromiso con la historia. La estrella es Cuba: Esta, que alumbra y mata, es una estrella:/ Como riega luz, los pecadores/ Huyen de quien la lleva, y en la vida,/ Cual un monstruo de crímenes cargado,/ Todo el que lleva luz, se queda solo. (Yugo y Estrella)

El pensador y escritor español Miguel de Unamuno escribiría sobre los versos de Martí que “No hay en ellos más freno que el ritmo del endecasílabo, el más libre, el más suelto, el más variado y proteico que hay en nuestra lengua. Y más que un freno es una espuela ese ritmo; una espuela para un pensamiento ya de suyo desbocado”.

Es la pasión a la eternidad, pero también a la realidad que se le presenta y esa es la verdadera semejanza entre los dos José del siglo XIX: el amor se extiende hacia lo insular fundido con la paz y la vida, la pasión y la verdad.

Tanto Heredia como Martí nos enseñaron a amar Cuba como una Nación. Fueron capaces de captar la realidad y transmitirla en un lenguaje poético y autóctono. Las palmas, la estrella y la libertad son símbolos capaces de conmovernos, de sentirnos identificados como nación con una historia que la trasciende, no solo desde aspectos puramente estéticos sino a partir del surgimiento de una idea clara de identidad nacional.

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