miércoles, 11 de junio de 2008

En Flandres: la misma guerra, otro amor



Cuando el mundo parece dominado por las guerras, los odios y las venganzas, aún queda el amor para sobrevivir, no “el puro” de una mediocre comedia hollywoodense sino el que podría existir entre dos personas alienadas por la cotidianeidad que los invade y los subsume en un dolor que no muestran con palabras, pero sí con las miradas y los gestos. Quizás, sea este el mensaje que desea compartir el director Bruno Dumont con su película Flandres en el XI Festival de Cine Francés que se muestra en la Isla hasta el 29 de junio.

El guión busca desentrañar de forma directa y “dura” el perfil psicológico de los personajes para que las acciones estén relacionadas directamente con los pensamientos y maneras de interpretar lo que les rodea. La trama se desarrolla en dos contextos en apariencia distantes: en un pueblo de campo de Francia y en una guerra en un país del Oriente Medio.

Demester ―joven granjero de Flandres, interpretado por Adélaïde Leroux, vive en un lugar en el cual no encuentra ni futuro ni esperanzas y solo desea tener relaciones sexuales con Barbe, una muchacha esquizofrénica protagonizada por Inge Decaesterker― es reclutado por el ejército galo sin saber por qué ni para qué debe pelear y decide junto con otros soldados escapar y regresar a su región natal.

Dumont, quien mereciera por este film el Gran Premio del Jurado en Cannes 2006, intenta dejar una idea sugestiva a medida que la cinta transcurre: escapar de la guerra no significa necesariamente que esta no se haya apoderado de la conciencia y la domine.

En la fuga los personajes van dejando muerte, violación, despojos, es decir no han podido librarse en el pensamiento de lo que huyen. Su ejército es el invasor, pero el que se defiende es capaz de vengarse con la misma crueldad del agresor y asesinar a sangre fría.

Flandres nos abandona en un callejón sin salida, pues en el pueblo de Demester los suelos son tan áridos como en el campo de batalla, su gente (sin futuro) es áspera, vengativa y violenta como los dos ejércitos. Mientras, Barbe vive alienada, impaciente por la llegada de los soldados, sufre una crisis nerviosa que sus padres no comprenden y la reprimen cuando conocen que está embarazada y a todas luces no se sabe de quién.

La utilización del sonido es básica en la estructura del film porque se emplea como una segunda narración y es un personaje más dentro de la historia: se dirige hacia lo que no pueden decir las palabras, el paralelismo entre la guerra y la paz, la desolación y la “armonía”.

Aunque la edición, sin dudas, está en función del sonido y del intento de igualar en espacio y tiempo los dos lugares en los cuales ocurre la acción, se torna contraproducente porque vuelve la cinta bastante lenta y densa, y en ocasiones, el espectador pierde el hilo argumental ante imágenes que una y otra vez se reiteran.

En Flandres, el amor aparece al final cuando el personaje llega al poblado con la culpa de haber abandonado a sus compañeros mientras huían y se encuentra con que Barbe ha abortado.

Sus miradas son cómplices, las palabras no existen, aparece el sexo violento sin satisfacción, y escapan uno del otro alienados y afectados por la guerra y por el modo de vivir que llevan -sin dudas aparece la tesis de que el capitalismo como sistema es la agresión perenne al hombre y provoca el odio entre ellos- y balbucean, mientras se abrazan, que se aman. Barbe observa al cielo con el rostro pálido como si fuera su único refugio, quizás Demester no fuera el amor que soñaba, pero sí el que le tocó vivir y sobrevivir en un mundo convulso y distante.

Se renta esposa

Se renta esposa (2005) del director Eric Lartigau es una comedia de situaciones y equívocos en las que Luis, un hombre maduro dominado por su madre y sus hermanas, se ve obligado a conseguir una mujer y decide pagarle a Emma para que represente el papel, pero terminan enamorándose.

Luis, protagonizado por Alain Chabat, es un hombre superficial que banaliza al sexo opuesto y lo discrimina, a la vez que le crea perfumes y prefiere los amores fugaces mientras que Emma es existencialista y segura de sí misma.

El film logra momentos originales cuando Charlotte Gainsbourg debe realizar dos papeles, la mujer perfecta y la diabólica. Es decir, el público se identifica de inmediato con los protagónicos porque actúan acorde a la situación, con profesionalidad y sin alardes dramáticos. De hecho, la película de las tres candidaturas que obtuvo a los Premios César, dos fueron otorgados al mejor actor y a la mejor actriz.

La cinta se mueve en dos planos narrativos que el director lleva con acierto, además, como las escenas y situaciones no se ven ficticias ni superpuestas monótonamente divierten al espectador que es el objetivo de Se renta una esposa.


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