La perduración de las cosas, el tiempo y la trascendencia del escritor son algunas de las preocupaciones estéticas y filosóficas del Premio Nacional de Literatura 2000 Antón Arrufat, quien fuera invitado de honor a
Es un hombre que defiende la fuerza y claridad del discurso como medio no solo de compartir ideas y sentimientos con el lector sino de influir en las acciones y dialéctica de su vida cotidiana. Por eso, ha incursionado en diversos géneros como la poesía Repaso final (1964), el cuento Mi antagonista y otras observaciones (1963), la novela La noche del Aguafiestas (2000) y el teatro Los siete contra Tebas (1968), entre otros.
¿Por qué esa preocupación por establecer una relación entre la muerte y la perduración de las cosas?
La muerte viene a ser la negación de esa perduración y el hombre siempre ha querido que no exista. Es una de sus obsesiones. Ha construido ciudades, monumentos y creado toda una literatura en torno a ella, porque la escritura es oponérsele en alguna medida. El dramaturgo francés Gabriel Marcel dijo: “tú no morirás, mi amor te salva”.
La idea de que la muerte es un mal, ya no lo comparto, pues viene a ser como la culminación de la vida. Ahora recuerdo los maravillosos versos del poeta Stéphane Mallarmé, “al fin como tú eras en ti mismo la eternidad te cambia”, y esa eternidad es la transformación y la revelación personal alcanzada.
¿Qué es para usted el Cambio en Escala?
Es una novela (inédita todavía) sobre la vejez de un escritor y de otros personajes. Insisto en que no tiene nada que ver conmigo porque no hago una literatura autobiográfica.
He inventado un mundo con conexiones con lo real, pero se podrá o no encontrar tangiblemente. El “cambio de escala” es el momento en el cual un hombre, llegada cierta edad, comienza a verse de otra manera y empieza a pensar que la escala social en que lo miden es diferente: la que los demás le imponen.
Este hombre se reencuentra con tres amigos, perdidos para él y descubre en cada uno el sentido que le han dado al final de sus vidas y regresa e intenta darle un sentido para vivir sus años finales.
¿Por qué usted recurre una y otra vez a la preocupación por la trascendencia del escritor?
No sé si la literatura es trascendente, pero lo que me interesa exclusivamente es que un libro mío, por ejemplo el volumen de cuento Los privilegios del deseo que escribí entre el 2005 y el 2007, el lector se lo lleve para la casa y establezca con él una intimidad.
No obstante, sabemos que unas generaciones lo van a leer, otras lo van a ignorar. La trascendencia que posee la vida de un libro es casi la misma que puede alcanzar la vida humana, efímera, pero por lo menos los momentos de relación, de vínculo entre el escritor y el texto es lo que podríamos llamar como la trascendencia.
¿Cómo valora
Lo importante de la feria del libro es la afluencia de la gente. Algunos en mi barrio se han acercado para que les consiga una entrada. En la feria está mezclado todo, desde libros, comida, hasta los papalotes.
Es decir, existe esta inmensa fortaleza donde se puede caminar, comprar y conversar sobre libros. No obstante, hay más producción nacional que volúmenes extranjeros. En el catálogo cubano falta mucho clásico de siglo XIX y del XX que no se conocen, y las editoriales debían ocuparse de esa carencia. La feria, además, carece de la novedad editorial.
Sé que es difícil porque las editoriales extrajeras que publican determinados autores no te dan los derechos, pero tal vez mediante algún tipo de intercambio que permita a los lectores cubanos acercarse a esas novedades y poderlas comprar.
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