jueves, 29 de noviembre de 2007

El sueño de lo posible


Este trabajo de investigación fue realizado con el estudiante de periodismo, Yessel Galbán Moreno.


Tras siete años de que los instructores de arte irrumpieran con alegría, creatividad y cultura en las escuelas del país, se impone la reflexión y el debate sobre su formación e influencia en nuestra sociedad. ¿Qué sucede en su proceso de aprendizaje? ¿Están preparados para enfrentarse a un aula después de cuatro años de estudio en danza, teatro, música y pintura? Sin dudas, es un noble proyecto que pretende no solo preparar más y mejor a los niños y jóvenes cubanos, sino que la cultura general integral penetre naturalmente en la familia, en los centros de trabajo, en los barrios como un acto elevado de espiritualidad humana. No obstante, al entrevistar a varios de estos “formadores de excelencia” uno de los puntos a relucir era precisamente su limitado conocimiento tanto metodológico como artístico. “Tuve profesores —nos cuenta Dick Manresa, egresado de la escuela de instructores de arte (EIA) 13 de marzo, del municipio habanero de San Antonio de los Baños— que nos exigieron para que fuésemos verdaderos profesionales. Pero cuando llegamos al final de la carrera, se descuidó lo pedagógico, por eso se graduaron más artistas que instructores de arte”. Lissette Atmeller, presidenta de la Brigada José Martí en el país, coincide en la poca preparación metodológica de varios de sus profesores para impartir las clases, no obstante “aprendí cómo se montaba una obra de teatro y compartí las experiencias de profesionales reconocidos en su hacer cotidiano”. Si bien es cierto que, según Victoria Velásquez, Jefa del departamento de Educación Artística del Ministerio de Educación, ya existen “más de tres mil profesores que laboran en los centros, unos 800 que son parte de la formación general y más de 2 mil de las cuatro especialidades, de ellos el 10 por ciento son miembros de la UNEAC”, surge la pregunta: ¿Existe realmente la preparación educativa del claustro que se enfrenta a diario con los instructores? ¿Acaso se han implementado acciones para comprobar la calidad de las clases? “Ya estamos trabajando y aplicando, comenta Velásquez, la tercera adecuación de los programas de formación de los estudiantes a partir del intercambio sistemático con los graduados. Por ejemplo, nos han pedido la extensión de la asignatura de elementos de orientación profesional de uno a dos años, pues cuando se vinculan a la práctica han sentido que le han faltado herramientas para impartir las clases”. La realidad revela que no es suficiente. Si bien, la joven instructora de plástica, Adis Castellano Martínez, reconoce el conocimiento adquirido al lado de excelentes profesionales de la cultura, asevera que “recibí un golpe muy duro cuando llegué al último año, al sobrecargarnos de técnicas e instrumentos para impartir una clase. Realmente el problema no fue el contenido, sino la desorganización de la teoría a la hora de impartirla. Para experimentar mejores resultados la cambiaban constantemente y con esa “renovación” nos confundieron”. “De todas maneras, comentó la especialista Victoria Velásquez, los educadores deben entender que desde el comienzo deben proporcionar una metodología a ese estudiante e inculcarle en su proceso formativo las herramientas necesarias, aunque sabemos que no siempre sucede así”. ¿Se realizó un análisis del verdadero impacto de la asignatura de elementos de orientación profesional? El problema no es tanto de la extensión en horas de un programa como de comprender que si están formando maestros, la preparación pedagógica no debería constituir un talón de Aquiles. Por otra parte, ¿Se efectúan visitas continuas y sorpresivas a las aulas para comprobar la calidad de las clases? ¿Son realmente efectivos los espacios de superación de los profesores (claustrillos)? Dificultades en la preparación Los instructores deben interrelacionarse con las Casas de Cultura para completar su formación como profesionales de las artes y de la educación. Karina Abreu, graduada en 1992 de la Escuela Nacional como profesora de danza, nos cuenta sobre sus experiencias con un grupo de jóvenes en el municipio de Plaza de la Revolución: “Llevo tres años, desde que se graduaron de la EIA, preparándolas pedagógica y técnicamente para mejorar los errores. Solo ahora es que veo los resultados. Creo que en las escuelas les enseñan lo básico para empezar a trabajar, y es por eso que tienen tantos problemas”. No obstante, Velásquez asegura que “estamos formando un bachiller en humanidades, es decir con una enseñanza humanística fuerte. Hicimos un programa para estos muchachos diferente a como se trabaja en un pre-universitario del país. Se diseñaron programas de Español, de Literatura, de Cultura Política, de Historia, de Pensamiento de Martí y de las especialidades artísticas, para asegurar la integralidad”. Cuando realizamos lo que se denomina como “grupo de discusión” con 8 alumnos de la EIA “Eduardo García Delgado” en Ciudad de La Habana, de los cuatro años y especialidades (danza, teatro, música y plástica) manifestaron conocer y disfrutar la música cubana. Sin embargo, no conocían pilares de la cancionística de la nación como Barbarito Diez, Benny Moré y Rita Montaner. Asimismo todos tararearon el ritmo del regguetón, a Haila y a Eddy K, por ejemplo. Aunque negaron el valor musical del primero, no articularon argumentos convincentes, ni pudieron fundamentar por qué el músico alemán Beethoven formaba parte de la música clásica mundial. En artes plásticas, solo se habló de las obras de Kacho (quien ha visitado el centro con anterioridad) y de Carlos Enríquez. No conocían ni a Romañach, ni a Arche, por mencionar solo dos artistas. Al pasar al tema de literatura, plantearon que habían leído la Ilíada, de Homero, Romeo y Julieta, de Shakespeare, y el Decamerón, de Boccaccio, pero son obras que se estudian en el programa de español- literatura que se imparte en la escuela. No conocían el insigne poema El Himno del Desterrado de Heredia ni hablaron de textos de Guillén, Casal o Carpentier. Al indagar sobre la formación en valores humanos en las escuelas, la Jefa del departamento de Educación Artística del Ministerio de Educación dijo que “Es de prominencia social y hemos diseñado un programa para la formación de valores con cierta creatividad, pues contamos con las cuatro manifestaciones artísticas. Claro, que parte también de la ejemplaridad del profesor y de los espacios que la escuela le dedique”. “La cantidad de elementos que sensibilizan una obra artística, de teatro, de música permite la conformación de valores como la honestidad, la responsabilidad consigo mismo y con las nuevas generaciones, la incondicionalidad y el patriotismo”, apuntó Victoria Velásquez. Al realizar la misma pregunta en el grupo de ocho instructores entrevistados, reconocieron la falta de profesores en asignaturas que estudian y analizan el tema como la Cultura Política y el Español. Formadores de excelencia El Comandante en Jefe Fidel Castro en su discurso en la primera graduación de las EIA trazaba cinco objetivos fundamentales: El desarrollo de talleres de creación y apreciación con todos los alumnos del centro escolar. La atención a grupos y unidades artísticas de aficionados. La preparación técnico-metodológica del personal docente. La labor promocional de la cultura artística en la escuela y el mejoramiento del entorno de la escuela. Y además aseveraba que: “Con la llegada de los instructores de arte se consolida la escuela como la institución cultural más importante de la comunidad. Se proyectará más allá de la institución escolar y dependerá del vínculo con el resto de las instituciones culturales y sociales de la comunidad”. Para Lisette Ametller, presidenta nacional de la Brigada José Martí, la función de los instructores de arte es incrementar el amor por lo autóctono y ofrecer una especie de guía a los muchachos a la hora de preguntarse por su sentido de la vida y además, “ofrecer herramientas que demuestren que el talento e ingenio también existen dentro del pueblo, no entre exiguas minorías”. Asimismo, cambiar la visión de los futuros profesionales del país es el propósito de Yohania Leal, egresada de la especialidad de teatro: “No quiero que aprendan solo de artes escénicas, quiero que sean adolescentes que puedan hablar de cualquier manifestación y lo vean como un todo: la relación del atrezo del teatro con las artes plásticas, o la del ritmo de la música con la elegancia de la danza… en fin con la vida”. Los instructores aspiran a fusionar conocimientos académicos con el arte. “Mi maestra me ha enseñado mucho,” dijo Yaiquel, un alumno de quinto grado. “Me gusta pintar la figura humana porque es la más compleja. Dibujo los músculos y los huesos a partir de ejes imaginarios y después les doy los claro oscuros”. Con esta perspectiva “se ha trabajado con los estudiantes desde la práctica pre-profesional, asevera Velásquez. Ellos van una semana en primer año a las escuelas, en un proceso de familiarización, de reconocimiento de las escuelas y la comunidad. Asimismo realizan un diagnóstico sociocultural. En segundo y tercero, se incorporan por un periodo mayor y en cuarto permanecen desde enero hasta abril y realizan su examen final”. De todas maneras, una sugerencia sería que los instructores estuvieran un periodo mayor en las escuelas durante sus prácticas, no con el propósito de impartir clases, sino en la interrelación con los niños y jóvenes, y principalmente con los profesores de más experiencia. Que observen cómo se prepara e imparte una clase y los objetivos que se persiguen en la enseñanza. A pesar de los obstáculos enfrentados en un principio por Lisandra Figueroa, instructora de danza de la escuela primaria Pedro Nolasco Monzón, en el municipio de Madruga, cree que su experiencia ha sido fructífera porque logró incorporar a su taller a casi todos los estudiantes de la escuela en la cual trabaja. “También ha aumentado la cantidad de niños que se incorporan a la Casa de la Cultura, la participación en los concursos y actividades culturales. Además, hasta los padres me tienen cariño, y eso es lo más importante para mí”. “Con mis alumnos he logrado un cambio total”, afirma Adis Castellano, “trabajan el dibujo con un objetivo y no como un entretenimiento. Se hace evidente el mejoramiento del gusto estético. Incluso, educan a la propia familia cuando llegan a sus casas, porque comienzan a hablar de obras, técnicas y colores, y entonces obligan a los padres a empaparse del tema”. Yudelsis Frómeta, instructora de danza de la escuela primaria Reynaldo Díaz en Centro Habana, ya organizó un cuerpo de baile que ha participado en todos los Festivales de aficionados a nivel provincial y asegura: “En este año llegaré a la nacional, eso me lo piden a diario tanto los niños como sus padres, me siento comprometida con ellos”. “Estamos contentos aunque no satisfechos con el resultado de los instructores de arte, afirma Victoria Velásquez. Hemos sido los primeros críticos del programa y con lo que hemos estado haciendo. Tenemos una alta responsabilidad porque hablamos de formar 30 mil instructores de arte en todo el país. Te convido a creerme cuando digo futuro Los fines en la educación deben fundirse indisolublemente a la dimensión universal del hombre, tanto en lo individual como en su acción y vinculación con la sociedad. La cuestión, entonces, es cómo llevar el mejor y verdadero arte a la comunidad y que de ahí surjan las expresiones más verdaderas y sublimes del espíritu humano. A pesar de los problemas económicos por los que atraviesa el país en la actualidad, muchos de los instructores rebasan esta barrera y se las ingenian para cultivar cada día el gusto estético de sus alumnos: “Rompemos sábanas, buscamos cartón en las bodegas, usamos los equipos de música… hacemos todo lo que esté a nuestro alcance para ver desarrollar en nuestros niños la vocación por las artes”, así nos relataron algunos de nuestros entrevistados. “Al principio tuve que escaparme con ellos para los naranjales — nos relata la egresada de la EIA Eduardo García Delgado, Cindy Vallejo, quien preparó su tesis de grado con niños de la Enseñanza Especial—, “revolcarme” en la hierba, jugar a las casitas, e incluso, disfrazarme de payaso para lograr que me vieran como una amiga y poder preparar la obra. Pensaba que iba ser imposible, pero al final, valió la pena”. Ante el desafío proclamado por Fidel el 20 de octubre de 2004 al expresar que: “Cuando en el futuro hoy incierto de la humanidad se hable de revoluciones y de cambios sociales verdaderamente profundos e indelebles, nadie podrá olvidar la obra que aquí nos reúne”, Cindy Vallejo se prepara para su primera experiencia como profesora artística. Pretende transformar la escuela: planea no solo montar obras, talleres de artes plásticas, de música y de danza, sino crear exposiciones e incorporar a los niños a la sociedad. “Será una buena experiencia como instructora de arte y como persona porque intentaré cambiar la mentalidad de esos niños y de sus padres, es el sueño de lo posible”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Giovanni Es un honor conocerte. Intersante
loq ue cuentas. Soy tu colega, desde santiago de Cuba, dirijo la revista Caserón de la UNEAc. Tambien me dedico al periodismo cultural.
Te invito a escribirmevisira mi pagina y adejamrme tu opinion

laislaylaespina.blogspot.com
un abrazo
reinaldo