Cuando penetramos en un cuarto totalmente oscuro, pero que reconocemos como el nuestro, no importa si nuestros sentidos se puedan hallar un tanto extraviados, siempre que podamos reflexionar y verbalizar acerca de la estructura actual del mismo, sabremos a cada instante en qué lugar exacto de la habitación nos encontramos, aunque no cabe duda que podemos equivocarnos. Mas, ya sea por un olor específico o solo por el roce de los dedos con alguno de los muebles, rápidamente se mezclan los sentidos, el pensamiento y el lenguaje, ahora sonreímos como un niño que recordó un pasaje agradable de su corta vida y afirmamos: Estoy seguro que este es el clóset de la habitación, me encuentro en la sección derecha del cuarto y pronto llegaré a la cama.
Es decir, tenemos la necesidad de interrelacionarnos con los demás y con el mundo que nos rodea para reconocernos a nosotros mismos, ya sea a través del lenguaje, de señales de humo, de una máquina cibernética o mediante una actividad transformadora como es el trabajo. Casi siempre que estamos pensando o percibiendo “algo”, ese proceso de aprehensión, lo hacemos de manera dialógica, por tanto una manera de ser mejores seres humanos y de construir una sociedad solidaria, justa y libre es desarrollando una comunicación alejada de distorsiones o manipulaciones: una comunicación emancipatoria del sujeto social.
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