viernes, 16 de noviembre de 2007

Reflexiones al margen

Cuando penetramos en un cuarto totalmente oscuro, pero que reconocemos como el nuestro, no importa si nuestros sentidos se puedan hallar un tanto extraviados, siempre que podamos reflexionar y verbalizar acerca de la estructura actual del mismo, sabremos a cada instante en qué lugar exacto de la habitación nos encontramos, aunque no cabe duda que podemos equivocarnos. Mas, ya sea por un olor específico o solo por el roce de los dedos con alguno de los muebles, rápidamente se mezclan los sentidos, el pensamiento y el lenguaje, ahora sonreímos como un niño que recordó un pasaje agradable de su corta vida y afirmamos: Estoy seguro que este es el clóset de la habitación, me encuentro en la sección derecha del cuarto y pronto llegaré a la cama.

El hombre posee la capacidad de razonar y de percibir el mundo que se le presenta, no obstante, a pesar que pudiera ser discutible, la conexión entre pensar y sentir la realiza el lenguaje y en un sentido más amplio, la comunicación. Este experimento mental lo escribió el prominente pensador alemán Inmanuel Kant en un ensayo titulado ¿Qué significa orientarse en el pensamiento? en el año 1786. Kant confía tanto en el poder de la razón que reafirma que si de pronto un amigo nos cambiara la disposición del habitáculo a manera de broma, solo haría falta la representación en nuestra mente del cuarto para enseguida volver a orientarnos y descubrir el engaño. Pero, si no verbalizamos el pensamiento ¿Podríamos llevarlo a la acción? ¿Podríamos comprender nuestro propio pensamiento?

Es decir, tenemos la necesidad de interrelacionarnos con los demás y con el mundo que nos rodea para reconocernos a nosotros mismos, ya sea a través del lenguaje, de señales de humo, de una máquina cibernética o mediante una actividad transformadora como es el trabajo. Casi siempre que estamos pensando o percibiendo “algo”, ese proceso de aprehensión, lo hacemos de manera dialógica, por tanto una manera de ser mejores seres humanos y de construir una sociedad solidaria, justa y libre es desarrollando una comunicación alejada de distorsiones o manipulaciones: una comunicación emancipatoria del sujeto social.

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