jueves, 16 de abril de 2009

Rogelio Orizondo: El universo de individualidades




Los miedos, los prejuicios, el amor y la muerte forman parte indisoluble de las circunstancias de vida de los tres personajes femeninos creados por el joven escritor villaclareño Rogelio Orizondo, ganador del Premio David 2007, con la obra teatral Vacas (Ediciones UNION).
Son tres personajes que se entremezclan y alejan a partir de sus pensamientos, acciones y creencias. Orizondo realiza un giro técnico provocador: no solo los personajes influyen sobre ellos mismos, sino que las acciones externas que (supuestamente) transcurren en su vida cotidiana se fusionan con la toma de sus decisiones.
Estas decisiones están marcadas por la violencia no solo física sino mentales a las cuales se ven sometidas tanto Liuba, Eva como Betina, aunque de manera paradójica son capaces de aprovechar esta violencia para sus fines ocultos, sin tapujos.
El triángulo amoroso lésbico no transcurre por lo caminos trillados de la sexualidad superflua, sino que los conflictos y los puntos de giro de la trama viajan a través de reflexiones y dudas que trascienden el mero hecho de lo carnal, para introducirse en los fenómenos y las problemáticas universales.
Al autor le preocupan más los destinos del ser, la pasión poética por lo prohibido, las insatisfacciones y la angustia que las caricias falsas y la lascivia.
Vacas va auto-generándose en la historia a medida en que los puntos de giro dramáticos permiten que los temas parezcan círculos interminables de la naturaleza humana.
En efecto, la obra seduce y sorprende porque la estrategia discursiva del autor de fusionar los aspectos externos de los personajes (es decir, su vida laboral, su interacción con los otros y los que los otros piensan de ellos) con los propiamente internos (el triángulo amoroso), asegura la efectividad de lo dicho, y sin dudas deja una pregunta al aire: ¿Todos tendremos que separarnos de la gente que amamos para perseguir nuestro destino?
Liuba añora viajar a Rusia, donde nació su madre, no importa lo que tenga que dejar atrás. Su angustia es el amor, sus obsesiones y la monotonía de la cotidianeidad, pero se sobrepone en la medida en que su sueño se va haciendo realidad. Su maleta “es la misma con la que vine de casa de mi madre (…) quería que tuviera mi olor, no el suyo, por eso empecé a llenarla con vestidos (…) esperando cubrir mi cuerpo en el lugar donde saldré adelante”.
Eva, su pareja, significa para ella el imposible, la muerte por asfixia, pero no puede dejar de amarla, la seduce la manera de crear su propio mundo sin prejuicios ni ataduras y de pensar diferente a como piensan los que la rodean.
Por eso decide ir en busca de alguien que comprenda y pueda defender este espíritu quijotesco: Surge el personaje de Betina para en un primer momento aumentar el conflicto dramático, y después fluir naturalmente dentro de la historia.
Los personajes viven en una crisis permanente: Liuba desear respirar otra realidad, Eva cambiarla y Betina ser feliz a toda costa.
Orizondo logra cambiar el punto de vista del lector y dar un salto cualitativo en lo narrado; primero participamos como observadores pasivos de una puesta en escena, para luego ser testigos activos de los sucedános que no pueden pasar desapercibidos porque de alguna manera somos parte de esa realidad que las tres mujeres intentan construir.
Betina se nos presenta temerosa, golpeada y asediada por la gente con la que tiene que convivir: las cantantes y los guardias de un cabaret. No solo está enajenada sino que se culpa por dormir en las calles. Cuando se encuentra con Liuba y Eva, no sabe a cuál de las dos amar, aunque intuye que la pareja debe separarse: “Tendré que volver al banco. Aunque lo extraño. Me botará como a una perra. Volverán a discutir por mi culpa. Es mejor que me vaya, Liuba se molestará”. Pero no se marcha, las tres se sientan a la mesa y descubren sus pensamientos sobre cada una.
Este es uno de los momentos más logrados de la obra porq ue si bien Liuba critica la forma de vida de Eva, esta se defiende al dominar lo que sucede a través de la violencia verbal:
“Liuba. Anoche dormiste mal, volviste a tener pesadillas.
Eva. Sí
Liuba. Con qué
Eva mira Betina
Eva. Con las vacas
Liuba. Estabas húmeda, pensé que te habías orinado, y tuve miedo, pero no era orine, no.
Eva. Puedes callarte”
Betina que no sabe qué hacer con su vida casi siempre muestra su frustración sobre su futuro. Lo que significa para ella vivir toda su vida haciendo lo que otros desean sin ver llegar su sueño: “Me gustaría cantar en el cabaret, pero para eso tengo que ponerme un diente. Si me pongo el diente que me falta, me dejarán cantar”.
Para Alberto Sarraín, quien fuera el prologador de Vacas: “Cada una de ellas tiene circunstancias distintas, objetivos distintos, luchas distintas. Cada una de ellas vive en los márgenes de un mundo del que no participan. El arte, la maternidad y la emigración, son terrenos lejanos que devienen en obsesiones. Asediadas por la muerte, la vida, con su olor a sangre, fluye entre los personajes y les da un terreno común desde donde se alza el súper objetivo de la obra: el cambio.
Ahora bien, este cambio es creíble cuando Liuba decide su salida hacia Rusia, pues apuesta por un mundo diferente para realizar su vida, pero no es así en la relación entre Eva y Betina. Este intento de seducción violenta a través de un recurso, diría yo, humorístico, folletinesco no refleja con claridad el estado psicológico real de los personajes. Orizondo pierde de vista la evolución de la nueva pareja que se dirige hacia el universo de individualidades, prefieren enfrentarse al egoísmo y a los rencores con el poder de la verdad en la palabra y en las acciones.
Es decir, no concuerdan el nivel intelectual ya alcanzado por estos dos personajes, con la reacción de sexualidad violenta (a todas luces ficticia) exacerbada de forma repentina. Quizás, la mesura y la pasión de los cuerpos fuera un mejor recurso en el intento de mostrar la unidad y el cambio.
No obstante, Vacas es un nuevo y plausible gesto del novísimo teatro cubano en la búsqueda de una expresión propia, madura y experimental. Orizondo desafía no solo con la manera de tratar la temática lésbica sino de abordar la convulsa realidad contemporánea.

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